lunes, 26 de marzo de 2012


Arquitectura Popular: Los Palomares

Los palomares son la manifestación arquitectónica de una actividad que complementaba la economía de autoabastecimiento: la cría de palomas. De estas conseguían pichones que contribuían a variar la dieta alimentaria y “palomina”, el excremento del animal que en grandes cantidades se utilizaba como abono.
Hace una década, la mayoría de estas edificaciones estaban ya en desuso pero se mantenían en buen estado, Hoy, la ruina amenaza a la mayoría; grandes grietas, paredes descarnadas, tejados semidesplomados y puertas desvencijadas son rasgos habituales.
 Se localizan en plena vega, en medio de las tierras de labor, en las eras o aprovechando una zonal de erial donde la roca aflora a la superficie impidiendo el laboreo.
Tipológicamente pertenecen al tipo de “Torre” (Sánchez Sanz, 1979), la planta es  rectangular o cuadrada, aunque también los hubo de planta circular. Sus dimensiones varían, siendo más grandes los rectangulares, que pueden llegar a tener 12 m de largo por 5 m de ancho, que los cuadrados, que tienen 5 por 5 m por término medio. El basamento de piedra es muy bajo y el resto de la altura, de 6 a 8 m, se levanta con adobes formando un grueso muro que se revoca al exterior con yeso. La cubierta es siempre a un agua y al exterior, -en ningún caso hay patio interior-, está siempre orientada al sur para aprovechar al máximo las horas de sol y el calor, y se confecciona con teja curva formando ríos sin cubrir, lo que facilita el barrido y recogida de la palomina que servirá de abono.
La entrada y salida de las palomas se hace por las “troneras” y ventanas protegidas al interior por una malla metálica enmarcada que se abre y cierra desde el piso inferior mediante una cuerda. El tejado se complementa con una barandilla de adobe que recorre el contorno del edificio dejando libre el lado sur, raramente va decorada, y cuando lo está, muestra unos motivos muy sobrios. En un caso, atípico por su aspecto, la barandilla aparece suntuosamente decoradas con tejas y ladrillos calados de vivo color rojo; es además el doble de alta que las otras, recorre también el lado sur y se interrumpe por pilares que rematan en palomas de piedra, los llamados “reclamos” que llamaban la atención de las verdaderas palomas, y por un arco en el frente. Este paloma es aún más excepcional cuando se observa una vertiente quebrada, que aprovecha la pared del desnivel para colocar seis aberturas y la vertiente inferior para abrir dos troneras.
Las puertas son pequeñas y dan acceso a un primer piso que no tiene nichos en las paredes, porque el piso bajo no es propicio para que aniden las palomas a causa del peligro que suponen los roedores. Por encima suele haber otros dos pisos a los que se accede por una escalera adosada a la pared. Estos se encuentran compartimentados por muros de adobe y en todas las paredes se instalan los columbarios o nichos para que aniden las palomas. Estos últimos tienen forma cuadrangular y unas dimensiones aproximadas de 16 cm de ancho, 16 cm de largo y otros 16 cm de profundidad.
El mayor número de palomares se concentra en una zona a la que precisamente han dado nombre, “los palomares”.


F. Javier Abarquero Moras



Referencias

Sánchez Sanz, M.E. 1979: “Los palomares en tierra de Campo palentina”, Narria 14: 11-13.