domingo, 20 de mayo de 2012


Romería de la Virgen de Hontoria (Vertavillo)



Nuestra Señora de Hontoria, una bellísima talla románica policromada con la virgen sentada en majestad y el niño sentado en sus rodillas, es una advocación mariana de Vertavillo que celebra su festividad el sábado antes de la Ascensión. El nombre lo recibe del pago en el cual se instala su ermita, a unos 4 km al este del pueblo, un edificio de traza románica con una puerta de medio punto en la fachada principal y un gran arco triunfal, también de medio punto, en el interior marcando el presbiterio.

Leyenda de “La Serranilla”

La virgen de Hontoria es llamada popularmente “La Serranilla”, algo que podría extrañar en una comarca de páramos y valles alejada de cualquier Sierra al uso. Este nombre tiene su origen en la vieja leyenda contada y trasmitida a través de generaciones según la cual iban unos serranos de camino por estas tierras de viaje con sus carretas. Llegaron al pago de “Hontoria” hacia el atardecer, momento en el que hallaron entre los matorrales la bella imagen de la Virgen. Tras cargar con la reliquia prosiguieron su caminar durante toda la noche, sin embargo, al apuntar las primeras luces del día, los asombrados serranos se dieron cuenta de que no habían avanzado ni un paso, encontrándose  en el mismo punto en el que el día anterior habían hallado la virgen. Tan “milagroso” fenómeno, interpretaron, no podía significar otra cosa que la Santa Madre de Dios deseaba que en aquel preciso lugar le fuera edificada una ermita.

Historia

La leyenda relatada repite la crónica de otras tantas imágenes de vírgenes repartidas por toda la Península Ibérica. La realidad histórica tampoco es mucho más original. La ermita de Hontoria de Vertavillo no es más que el único testimonio en pie de un viejo pueblo que allí se ubicó durante la Edad Media y que recibía el nombre de Fontorida. Su existencia está atestiguada por varios documentos de la época, por varias noticas orales sobre la aparición de sepulturas y por los abundantes restos arqueológicos que en superficie se pueden observar alrededor del edificio y en las tierras de labor cercanas. Su desaparición, probablemente a principios del siglo XVI, respetó la vieja iglesia parroquial de San Esteban, cambiando la advocación a la de Nuestra Señora de Hontoria.

                A mediados del siglo XVIII había ya una cofradía de la Virgen de Hontoria que, además, se hacía cargo de los gastos ocasionados por atender a los necesitados en el llamado Hospital de Nuestra Señora de Hontoria, situado en la actual calle del Hospital. A principios del siglo XX existía también la cofradía de la Virgen de Hontoria y de San Miguel, que luego desapareció. A finales del siglo pasado renació la cofradía de Nuestra Señora de Hontoria que en los últimos años se ha encargado de la rehabilitación de la ermita gracias a los donativos de los devotos.

Tradición.

La tradición se hunde en la historia y probablemente tenga su origen allá por la época en la que se produjo la despoblación de aquel núcleo medieval. Como en tantos otros pueblos, la ermita pasó a convertirse en un lugar de romería al que, una vez al año, se acudía a venerar a la virgen, sirviendo este acto como recuerdo de los hombres y mujeres que allí moraron.  La fiesta hasta los años 80 del siglo pasado se celebraba el martes antes de la Ascensión (cuando esta fiesta caía en jueves), pasando luego a ocupar la fecha del sábado siguiente, con la intención de que pudieran acudir también aquellas personas que trabajaban y vivían fueran del pueblo. La imagen se saca de la iglesia parroquial en procesión hasta el Cristo, la ermita situada en la parte baja del pueblo, donde se le rezaba una oración. Posteriormente era subida en una carroza y trasladada hasta su ermita, a veces rezando el rosario por la carretera. En la actualidad, y teniendo en cuenta el alto valor de la talla románica, se evita este recorrido. En su templo se dice la misa y posteriormente se realiza otra procesión que acaba delante de la puerta con la bendición de los campos y entonando primero la salve y luego canciones propias de la virgen de Hontoria.

La fiesta continua con la comida campestre, antes en el llamado “Prao”, luego en el monte de “Valdileja”, donde las familias se reúnen para degustar el menú típico: ensaladilla, tortilla de patata, filetes empanados y, de postre, leche frita.

F. Javier Abarquero Moras





lunes, 14 de mayo de 2012


¡Viva San Isidro Labrador!

Con esta frase, fuertemente lanzada al viento, terminaba la procesión del santo patrón de los agricultores, venerado en Vertavillo como en multitud de pueblos castellanos, amén de en la capital madrileña; destinatario de inmensidad de rogativas pidiendo lluvia o de plegarias para ahuyentar el pedrisco.

El 15 de mayo en Vertavillo la imagen del santo se baja de su privilegiada hornacina en el altar mayor y su vara se engalana con un ramillete de espigas verdes recién cortadas. Este día los agricultores dejan los tractores aparcados en la nave y acuden a venerar a su patrón.

La fiesta, como tantas otras, ha perdido gran parte de su sabor tradicional. En un pasado no tan lejano el día de hoy era de gran solemnidad en el pueblo. A la misa mayor acudían las jóvenes y niñas vestidas con el traje típico (aquí decíamos que se vestían de “San Isidro”), compuesto de medias blancas, un manteo (falda gruesa) de color rojo con ribetes o adornos en negro, blusa blanca, delantal y corpiño negros con abalorios brillantes y pañuelo anudado en la cabeza. Estas ocupaban los primeros bancos de la iglesia y cada una llevaba una cesta de mimbre adornada con flores que contenía productos de la tierra (pan, cereal, lentejas, garbanzos, harina, mantecados, rosquillas…). Durante el ofertorio, las niñas se acercaban al altar y dejaban su cesta debajo del santo como gesto de gratitud por la custodia que aquel hace de nuestros campos.

Esta ceremonia esconde, sin duda, una ancestral relación de concordia entre el hombre y la naturaleza de la que depende para subsistir, puesto que ritos de reciprocidad parecidos, en los que se entregan a la divinidad  o a los espíritus del subsuelo parte de los rendimientos que se extraen de la tierra se documentan en todas las culturas desde época prehistórica. El ofrecimiento a San Isidro de frutos de la cosecha no hace más que repetir, adaptar y encauzar esta ancestral costumbre.

La fiesta de San Isidro en Vertavillo era organizada por la cofradía de labradores que tenía a este santo como patrón, luego reconvertida en Cámara Agraria (que es la que actualmente se encarga de la celebración). Tras la misa se ofrecía un ágape a todos los asistentes en el “Soportal” del Ayuntamiento, en el cual era indispensable la típica “limonada” con la que más de un chaval acababa mareado. 

En la actualidad se conserva la celebración religiosa, con misa mayor y procesión, y también el refrigerio posterior, con vino, chorizo, jamón, etc. Falta, lamentablemente, la nota de color que ponían las niñas con sus alegres trajes.



Javier Abarquero Moras



jueves, 3 de mayo de 2012


El mayo

Aunque el frío no nos abandona ya hemos entrado en el mes de Mayo. Este mes se iniciaba en Vertavillo como en tantos otros pueblos de la Península, con la “pinada del mayo”, es decir, la erección del tronco de un esbelto árbol previamente talado. Los encargados de esta tarea eran los quintos, como de tantas otras que implicaran juerga y diversión. La noche antes la cuadrilla de aquel año iba a una de las arboledas de la vega, frecuentemente el llamado “Prao” o el “Huerto”, y cortaba uno de los más altos árboles que encontraba. El tronco se pela prácticamente por completo, dejando sólo algunas ramas en la cúspide, sobre las cuales a veces se podía poner algún adorno (cintas o globos), y se trasladaba en carro o remolque hasta el pueblo, todo ello en medio de una considerable jarana bien regada de vino y amenizada por cánticos. En su momento se colocaba en la Plaza Mayor o en el Postigo (fuera de la puerta meridional de la muralla), más tarde, tras asfaltar las calles, también en el “Patín”, en el acceso Oeste del casco antiguo. El “mayo”, tras amanecer airoso el día 1, se mantenía erguido hasta finalizar el mes, momento en que los mismos quintos lo retiraban, procediendo a su subasta o venta directa para sacar algunos cuartos con los que sufragar los múltiples festejos de los que se hacían cargo a lo largo del año o, más recientemente, para hacer una merienda de amigos.

La costumbre, como hemos dicho, no es exclusiva de Vertavillo, puesto que se conoce en otros muchos pueblos y se mantiene vigente en varios lugares de la provincia de Soria por ejemplo. Ello ha dado pie a que en algún momento se haya dicho que tiene un origen ancestral, en ritos prerromanos de saludación a la primavera, algo nada descabellado por supuesto. Se trata de una de las típicas fiestas de primavera, en las que se rinde culto a la naturaleza que eclosiona en esta estación y nos recuerda lo apegados a ella que todavía vivían y viven nuestros pueblos.

En  Vertavillo, nos cuenta Sánchez Doncel (1950), que esta costumbre del mayo o maya es bastante antigua. Nos relata además un curioso caso asociado a la misma, puesto que tras la subasta del mayo, y para recaudar más cuartos para las fiestas, las mozas del pueblo salían los días festivos de este mes de mayo con sus platillos y servilletas a pedir limosna a los vecinos y forasteros, lo que, al parecer, dio ocasión a “delicadas faltas de pudor y modestia en las jóvenes” (tengamos en cuenta que estamos hablando del siglo XVI), por lo que tuvo que actuar el Visitador de la Parroquia prohibiendo estas salidas.

Por lo demás, la costumbre de “pinar el mayo” se pierde en torno a mediados de los años 80, víctima, como tantas otras, de la progresiva despoblación y de la falta de cuadrillas amplias de jóvenes.

Javier Abarquero