El mayo
Aunque el frío no nos abandona ya
hemos entrado en el mes de Mayo. Este mes se iniciaba en Vertavillo como en
tantos otros pueblos de la Península, con la “pinada del mayo”, es decir, la
erección del tronco de un esbelto árbol previamente talado. Los encargados de
esta tarea eran los quintos, como de tantas otras que implicaran juerga y
diversión. La noche antes la cuadrilla de aquel año iba a una de las arboledas
de la vega, frecuentemente el llamado “Prao” o el “Huerto”, y cortaba uno de
los más altos árboles que encontraba. El tronco se pela prácticamente por completo,
dejando sólo algunas ramas en la cúspide, sobre las cuales a veces se podía
poner algún adorno (cintas o globos), y se trasladaba en carro o remolque hasta
el pueblo, todo ello en medio de una considerable jarana bien regada de vino y
amenizada por cánticos. En su momento se colocaba en la Plaza Mayor o en el
Postigo (fuera de la puerta meridional de la muralla), más tarde, tras asfaltar
las calles, también en el “Patín”, en el acceso Oeste del casco antiguo. El “mayo”, tras
amanecer airoso el día 1, se mantenía erguido hasta finalizar el mes, momento en
que los mismos quintos lo retiraban, procediendo a su subasta o venta directa
para sacar algunos cuartos con los que sufragar los múltiples festejos de los
que se hacían cargo a lo largo del año o, más recientemente, para hacer una
merienda de amigos.
La costumbre, como hemos dicho,
no es exclusiva de Vertavillo, puesto que se conoce en otros muchos pueblos y
se mantiene vigente en varios lugares de la provincia de Soria por ejemplo.
Ello ha dado pie a que en algún momento se haya dicho que tiene un origen
ancestral, en ritos prerromanos de saludación a la primavera, algo nada
descabellado por supuesto. Se trata de una de las típicas fiestas de primavera,
en las que se rinde culto a la naturaleza que eclosiona en esta estación y nos
recuerda lo apegados a ella que todavía vivían y viven nuestros pueblos.
En Vertavillo, nos cuenta Sánchez Doncel (1950),
que esta costumbre del mayo o maya es bastante antigua. Nos relata además un
curioso caso asociado a la misma, puesto que tras la subasta del mayo, y para
recaudar más cuartos para las fiestas, las mozas del pueblo salían los días
festivos de este mes de mayo con sus platillos y servilletas a pedir limosna a
los vecinos y forasteros, lo que, al parecer, dio ocasión a “delicadas faltas
de pudor y modestia en las jóvenes” (tengamos en cuenta que estamos hablando
del siglo XVI), por lo que tuvo que actuar el Visitador de la Parroquia prohibiendo
estas salidas.
Por lo demás, la costumbre de “pinar
el mayo” se pierde en torno a mediados de los años 80, víctima, como tantas
otras, de la progresiva despoblación y de la falta de cuadrillas amplias de
jóvenes.
Javier Abarquero
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