lunes, 14 de mayo de 2012


¡Viva San Isidro Labrador!

Con esta frase, fuertemente lanzada al viento, terminaba la procesión del santo patrón de los agricultores, venerado en Vertavillo como en multitud de pueblos castellanos, amén de en la capital madrileña; destinatario de inmensidad de rogativas pidiendo lluvia o de plegarias para ahuyentar el pedrisco.

El 15 de mayo en Vertavillo la imagen del santo se baja de su privilegiada hornacina en el altar mayor y su vara se engalana con un ramillete de espigas verdes recién cortadas. Este día los agricultores dejan los tractores aparcados en la nave y acuden a venerar a su patrón.

La fiesta, como tantas otras, ha perdido gran parte de su sabor tradicional. En un pasado no tan lejano el día de hoy era de gran solemnidad en el pueblo. A la misa mayor acudían las jóvenes y niñas vestidas con el traje típico (aquí decíamos que se vestían de “San Isidro”), compuesto de medias blancas, un manteo (falda gruesa) de color rojo con ribetes o adornos en negro, blusa blanca, delantal y corpiño negros con abalorios brillantes y pañuelo anudado en la cabeza. Estas ocupaban los primeros bancos de la iglesia y cada una llevaba una cesta de mimbre adornada con flores que contenía productos de la tierra (pan, cereal, lentejas, garbanzos, harina, mantecados, rosquillas…). Durante el ofertorio, las niñas se acercaban al altar y dejaban su cesta debajo del santo como gesto de gratitud por la custodia que aquel hace de nuestros campos.

Esta ceremonia esconde, sin duda, una ancestral relación de concordia entre el hombre y la naturaleza de la que depende para subsistir, puesto que ritos de reciprocidad parecidos, en los que se entregan a la divinidad  o a los espíritus del subsuelo parte de los rendimientos que se extraen de la tierra se documentan en todas las culturas desde época prehistórica. El ofrecimiento a San Isidro de frutos de la cosecha no hace más que repetir, adaptar y encauzar esta ancestral costumbre.

La fiesta de San Isidro en Vertavillo era organizada por la cofradía de labradores que tenía a este santo como patrón, luego reconvertida en Cámara Agraria (que es la que actualmente se encarga de la celebración). Tras la misa se ofrecía un ágape a todos los asistentes en el “Soportal” del Ayuntamiento, en el cual era indispensable la típica “limonada” con la que más de un chaval acababa mareado. 

En la actualidad se conserva la celebración religiosa, con misa mayor y procesión, y también el refrigerio posterior, con vino, chorizo, jamón, etc. Falta, lamentablemente, la nota de color que ponían las niñas con sus alegres trajes.



Javier Abarquero Moras



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