¡Viva San Isidro Labrador!
Con esta frase, fuertemente
lanzada al viento, terminaba la procesión del santo patrón de los agricultores,
venerado en Vertavillo como en multitud de pueblos castellanos, amén de en la
capital madrileña; destinatario de inmensidad de rogativas pidiendo lluvia o de
plegarias para ahuyentar el pedrisco.
El 15 de mayo en Vertavillo la
imagen del santo se baja de su privilegiada hornacina en el altar mayor y su
vara se engalana con un ramillete de espigas verdes recién cortadas. Este día
los agricultores dejan los tractores aparcados en la nave y acuden a venerar a
su patrón.
La fiesta, como tantas otras, ha
perdido gran parte de su sabor tradicional. En un pasado no tan lejano el día
de hoy era de gran solemnidad en el pueblo. A la misa mayor acudían las jóvenes
y niñas vestidas con el traje típico (aquí decíamos que se vestían de “San
Isidro”), compuesto de medias blancas, un manteo (falda gruesa) de color rojo
con ribetes o adornos en negro, blusa blanca, delantal y corpiño negros con
abalorios brillantes y pañuelo anudado en la cabeza. Estas ocupaban los
primeros bancos de la iglesia y cada una llevaba una cesta de mimbre adornada
con flores que contenía productos de la tierra (pan, cereal, lentejas,
garbanzos, harina, mantecados, rosquillas…). Durante el ofertorio, las niñas se
acercaban al altar y dejaban su cesta debajo del santo como gesto de gratitud
por la custodia que aquel hace de nuestros campos.
Esta ceremonia esconde, sin duda,
una ancestral relación de concordia entre el hombre y la naturaleza de la que
depende para subsistir, puesto que ritos de reciprocidad parecidos, en los que
se entregan a la divinidad o a los
espíritus del subsuelo parte de los rendimientos que se extraen de la tierra se
documentan en todas las culturas desde época prehistórica. El ofrecimiento a
San Isidro de frutos de la cosecha no hace más que repetir, adaptar y encauzar
esta ancestral costumbre.
La fiesta de San Isidro en
Vertavillo era organizada por la cofradía de labradores que tenía a este santo
como patrón, luego reconvertida en Cámara Agraria (que es la que actualmente se
encarga de la celebración). Tras la misa se ofrecía un ágape a todos los
asistentes en el “Soportal” del Ayuntamiento, en el cual era indispensable la
típica “limonada” con la que más de un chaval acababa mareado.
En la actualidad se conserva la
celebración religiosa, con misa mayor y procesión, y también el refrigerio
posterior, con vino, chorizo, jamón, etc. Falta, lamentablemente, la nota de
color que ponían las niñas con sus alegres trajes.
Javier Abarquero Moras
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