domingo, 19 de febrero de 2012

Domingo de Carnaval en Vertavillo
            La fiesta comienza con el toque de campanas para acudir a misa. Tras el segundo repique -en Vertavillo se daban tres avisos- el tambor hace su recorrido habitual llamando a los cofrades para asistir a la eucaristía con el denominado “toque de oficiales”. En otro tiempo el recorrido del tambor pasaba por las casas de los distintos cargos, siguiendo la jerarquía, y estos se iban incorporando a la comitiva con sus insignias hasta llegar a la Sala. En la actualidad se espera a que acudan todos los cargos y cofrades para iniciar el desfile que da paso al “revoleo” delante de la iglesia. En esta ocasión se sacan el estandarte rojo, la alabarda y tres banderas, amén de las varas portadas por cada uno de los cargos, y se procede según el ritual establecido.
            La marcha, que se inicia con el sonido de la tambora, la encabeza el estandarte, seguido por el capitán, el alférez con la bandera (acompañado de otros dos abanderados por lo general) y el sargento con la alabarda; detrás de ellos sale el tambor y enseguida los demás oficiales. En este orden dan una vuelta a la plaza, quedando el estandarte en un extremo, a la derecha del pórtico de la iglesia, los abanderados y el alférez en el centro, frente a la misma, y el tambor y el resto del séquito (capitán, cabos, síndico y alcaldes) en el extremo opuesto, junto al Ayuntamiento. La tambora, con sus toques y cambios de ritmo, va marcando los distintos pasos de la exhibición. El primero de ellos es el lanzamiento de la alabarda por parte del sargento, que en esta ocasión lo hace tres veces, en el centro de la plaza, a un lado y al otro. La pericia del oficial consiste en lanzar el mástil lo más alto posible con una sola mano, que aquel se eleve en posición horizontal y recogerlo a su vuelta igualmente sin usar más que un brazo, evitando que caiga al suelo y que se desequilibre. Antes de cada lanzamiento el sargento hace un particular saludo –indicando a uno y otro lado con los dedos índice y pulgar de la mano derecha-. Tras este preludio sale el alférez y los abanderados que le acompañan, repiten el mismo saludo y, siguiendo las indicaciones de la tambora, empiezan el revoleo de las banderas, con una sola mano, primero hacia un lado y luego hacia el otro. Su habilidad consiste en evitar que la tela se enrolle, sobre todo en el momento de hacer el giro, y en soportar el peso del mástil, desde luego nada desdeñable. Este revoleo se interrumpe dos veces para tirar la alabarda, aunque en estas ocasiones sólo se realiza un lanzamiento. El acto culmina con otros tres lanzamientos similares a los que lo abrieron y con la ovación y el aplauso del público asistente.
Una vez acabada la exhibición se reanuda el desfile alrededor de la plaza, se da el último toque de campanas y se entra en la iglesia. Los miembros de la “Mesa” ocupan los primeros bancos, aquellos utilizados por las autoridades civiles en las otras grandes festividades religiosas. La salida del sacerdote se acompaña de un redoble de tambor y da comienzo el oficio. Antes del Ofertorio la tambora se deja oír de nuevo, el cura desciende al pie del altar y sujeta con su mano la estola. El síndico se coloca al lado del sacerdote con el platillo y los cofrades dirigentes primero y luego todos los demás, pasan besando la mencionada prenda y depositando su donativo mientras el tambor y los oficiales dan una vuelta por el interior del templo al son del llamado “toque del Ofertorio”. De forma tradicional este desfile sólo era protagonizado por los hombres de la hermandad, sin la participación de las mujeres, aunque en la actualidad acude todo el que lo desea. Las baquetas callan hasta el momento de la consagración, momento en el que sustituyen con un rítmico tamborileo a la tradicional esquililla que el resto de los días acompañaba la elevación.
            A la salida de la ceremonia se repite el tradicional acto del desfile alrededor de la plaza y el revoleo. Los miembros de la mesa acudían seguidamente a la casa del cura, quién les ofrecía un pequeño ágape de vino y pastas. Tras ello, los dirigentes vuelven a su sede y, en un ambiente más relajado y distendido, a la vez que menos solemne, se invita a los presentes a probar el vino, que ahora se acompaña de aperitivos varios, fundamentalmente aceitunas, patatas fritas y galletas.



Fuente:
Abarquero Moras, F.J. (2009): El Carnaval de Vertavillo y las cofradías de ánimas del Cerrato Palentino, Estudios Locales, 6, Institución Tello Téllez de Meneses, Diputación de Palencia, Palencia.

Sánchez Doncel, G. (1950): "Historia de Vertavillo. Estudio cocumental de la Villa de Vertavillo", Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 4: 57-132.

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